martes, 29 de julio de 2014

Él es mayor que nuestro corazón

1 Juan 3:20

"pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas".

Me resulta hermoso este versículo, incluso lo remarque cuando leía la biblia. Realmente he sentido en mi interior una constricción cuando no me siento conforme con alguna acción que he hecho o he dicho o he pensado. 

Podría incluso atribuir la localización de esa contrición, al órgano que se encuentra dentro de mi denominado corazón. Al final todo el simbolismo de esa imagen de representación de esa parte del cuerpo tiene un gran significado.

¿Quién se ha sentido conforme con cada una de las cosas que ha hecho en su vida? Me atrevo a suponer que nadie, al final a lo largo de nuestra vida no encontramos envueltos en un proceso de continuo aprendizaje, y cuando se aprende algo es porque ese conocimiento no se encontraba en nosotros, lo cual aumenta en gran manera la probabilidad de equivocarnos para poder aprender.

También hay que tener en cuenta que el equivocarse, no es precisamente la única forma de aprender, pero al involucrar emociones, es definitivamente una forma muy certera de hacerlo.

Entonces es así, como nosotros mismos podemos identificar una represión propia hacia aquello que consideramos, inapropiado, inadecuado, a lo que concebimos como nuestro marco referencial de vida, como nuestra pauta de lo correcto e incorrecto, permisible y no permisible en nosotros mismos; a nuestro ideal de ser. Y cuando accionamos a una manera  contradictoria a quienes suponemos ser, deseamos ser, o tenemos provisto como ser, sentimos estar fuera de lugar.

Declino por nombrar ese ideal de ser, como parte de nuestra consciencia, como parte de la propia consciencia que Dios ha depositado en nosotros y que de alguna forma, al transcurrir del tiempo, podemos ir moldeando y forjando.

Así es como este versículo, me hace reflexionar que si en nosotros mismos se encuentra ese mecanismo para autoregularnos o percibir aquello que nos aleja de nuestro ideal de ser, o se contrapone a nuestra consciencia, así mismo debemos entender que mayor que nosotros mismos es Dios, y es a Él a quien tenemos que dar cuentas, porque somos creación suya, porque bendición es que nuestro destino este ligado al propósito que tiene para nuestras vidas.

Este versículo me confirma las cualidades de Dios, entre ellas su omnisciencia, porque tenemos un Dios que todo lo sabe, que todo el poder y la gloria es suya. Omnipresente, omnisciente y omnipotente, junto a todas las millones de definiciones y atributos que posee nuestro Rey de Gloria.

Este versículo también me hace comprender que es en sí mismo Dios quien nos reprende cuando sentimos ese estremecer de nuestro corazón, ya que el habita en todo nuestro ser, él esta sentado en  el trono de nuestro corazón, y somos materia formados por él. Es quien soplo de su aliento en nuestras narices y nos dio vida.

Verdad y belleza en unas palabras, esto es lo que viene a mi mente cuando leo esta breve oración y me acerca cada vez más al único creador del universo.

lunes, 28 de julio de 2014

Aprender a amar

1 Juan 4:20
"Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano que no ha visto , ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?"


Este es un blog que inicio hoy 28 de julio del 2014.
Mi intención con estas publicaciones es observar a lo largo de los años mi caminar en Cristo, considero que aún se muy poco, pero mi corazón está dispuesto a él. En este pequeño espacio, cada día comentaré un versículo, un versículo en donde pueda escuchar claramente que Dios me habla y me envía un mensaje, comentaré de manera breve el versículo y mi interpretación de él.

En particular este versículo resonó en todo mi interior. Es tan fácil de comprender y al mismo tiempo tan difícil. Uno quisiera realmente  decir que amar es fácil, pero en mi humilde interpretación, amar es difícil, en cuanto a que debemos aceptar al ser que este enfrente, todo lo que esté en su persona. Esto no significa concordar o ser participes de todas sus creencias o acciones, si no verlos más allá de ello, verlos como la maravilla de ser humanos que son, con todo lo que han trascendido y que les ha acontecido, con todas las cargas que han llevado y todas las decisiones buenas o malas que han tomado en su vida.

Es ver a las personas quizá, como Dios nos ve, a través de la sangre preciosa de Cristo. 

Mi formación profesional me hace entender que el amar a los demás es amarse a si mismo, ya que somos espejos de los demás, y los demás son espejos nuestros. No podemos ver en el otro nada que no tengamos y el otro no podrá ver en nosotros nada que no posea.

En otras palabras mi postura actual es que para amar/aceptar a los demás, debemos amarnos y aceptarnos primeramente a nosotros mismos, mirándonos claramente en el espejo de la realidad y aceptar todas nuestras deficiencias, todas nuestras debilidades, toda nuestra condición humana. Pero sobre todo mi inclinación espiritual me dicta que más allá de todo ello, se trata de ver a los demás a los ojos y amarlos simplemente por ser humanos, reflejarnos a través de ellos que todos los miedos, las dudas y los procesos de vida, también han sido manifiestos en ellos. Y entonces solo al amar nos amaremos a nosotros mismos. 

Pondré en práctica mi entender, pero dicho versículo me transmite que primeramente debemos amar a los demás para que el amor que tenemos hacia Dios, tenga un verdadero significado y entonces comiencen a florecer los verdaderos frutos de seguir la vida que elijo vivir. De igual forma que debemos perdonar a las personas por quienes nos hayamos sentido transgredidos y que debemos esforzamos para conocer a Dios en oración, lectura de la palabra y estudio de la misma.

Esta concepción del amor, no la concibo como lineal, tengo en claro que el poder de Dios puede causar tal efecto en nosotros que el amor de Dios puede expandirse en nosotros tan repentinamente como la teoría del big bang.